Podemos comprar directamente verduras en el
supermercado, que tiene gran variedad de productos durante todo el año traídos
desde puntos lejanos del planeta, o cultivarlas (al menos en parte) nosotros
mismos en una parcela, incluidas las tareas de preparación del terreno,
siembra, riego, tratamiento de plagas, limpieza de malas hierbas, cuidado de
las plantas durante el crecimiento y finalmente, recolección.
Tenemos opción
de usar el auto para todo, o decidir que vamos a desplazarnos
en transporte público, en bicicleta o a pie. Hay veces que desearíamos
tele-transportarnos de un sitio a otro, cual Mr. Spock, para llegar cuanto
antes, pero yo recuerdo cuando era niño oír a mi padre decir que tardaba dos
horas andando por el monte (sí, dos horas andando) hasta llegar al olivar o
campo de cereal donde tenía que trabajar. Y otro tanto para volver a casa al
final de la jornada de duro trabajo, eso sí, con el resultado de su esfuerzo
cargado en una mula.
Nos encanta
consultar cualquier cosa en Internet desde cualquier sitio y en cualquier
momento con nuestro dispositivo móvil, y obtener el resultado de manera
inmediata, frente al placer de leer un libro de
forma reposada.
Pero no se trata de rechazar las bondades que nos ofrece el
mundo actual. Supongo que todo ello es lo que en la tradición de la
Iglesia se denomina como signos de los tiempos, y entiendo que lo que debemos y
podemos hacer es adaptarnos a las nuevas posibilidades que nos ofrece la
sociedad actual y utilizarlas con un criterio ético y en beneficio del bien
común, de protección de los derechos sociales y conservación de la casa común.
Pero… ¿qué nos perdemos con esa inmediatez?
Inicialmente,
la valorábamos porque nos servía para hacer muchas cosas, pero llega un momento
en que nos vamos acostumbrando a ella y la necesitamos porque sí, porque todo
lo queremos para ya y con el mínimo esfuerzo. Así, nos
perdemos el placer de hacer las cosas, de hacerlas bien, de aprender por
nosotros mismos, de la satisfacción de conseguirlas con nuestro esfuerzo.
Nos perdemos el placer del gerundio, del mientras tanto…
Pensemos en la
posibilidad de recuperar los gerundios, de
cambiar prisa por disfrute, de degustar los “mientras tanto”… Lo importante es
que cada paso que demos lo hagamos convencidos de que nos ayuda en nuestro
camino personal y aporta nuestro granito de arena en la construcción de un
mundo mejor, de una casa hogar-común para todas y todos…, y también para nosotros(as)
mismos(as).
Por Alberto
Sánchez.
Sobre el valor de las pequeñas cosas.
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