“Es tiempo de cambiar. It’s time to change”. Así decía
el estribillo de una canción del cantautor colombiano, Juanes, hace algunos
años. Hoy, en esta época, el estribillo de esa canción tendría que hacerse
realidad en todo el planeta; se podría decir que es un imperativo necesario,
debido a todos los daños que está sufriendo el planeta o, como lo llama el Papa
Francisco, “nuestra Casa Común”.
Sí, es tiempo de cambiar. Es urgente que cambiemos la
mirada, que cambiemos los hábitos y modelos de producción y consumo, que
cambiemos nuestros estilos de vida inducidos por una cultura malentendida del
bienestar… y empecemos a vivir de otra manera, tal vez, más consciente y
sencilla, pero necesaria, para que otros hermanos y seres vivos puedan vivir
dignamente y podamos dejar un mejor planeta a las siguiente generaciones.
Estamos a las puertas de la Semana Santa. Tenemos la
oportunidad de vivir una Cuaresma más, un tiempo dedicado de manera especial a
la oración, al ayuno y a la limosna, prácticas y actitudes que nos ayudan en el
camino de la conversión, para ser cada día mejores personas. En este tiempo
podríamos preguntarnos ¿y qué tal si esa conversión también es ecológica?
Un primer paso para ésta conversión puede ser la mirada al
interior de uno mismo. En este mirarnos a nosotros mismos nos puede ayudar la
oración de San Francisco de Asís, realizada tanto de forma individual como
comunitaria, contemplando a la Naturaleza y a todos los seres vivos como
hermanas y hermanos nuestros.
Un mirar hacia dentro que implica gratitud y gratuidad, es
decir, un reconocimiento del mundo como un don recibido del amor del Padre, que
provoca como consecuencia actitudes gratuitas de renuncia y gestos generosos
aunque nadie los vea o los reconozca. También implica la amorosa conciencia de
no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres
del universo una preciosa comunión universal. Para el creyente, el mundo no se contempla
desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos
ha unido a todos los seres (Laudato Sí 220).
En este sentido, nos damos cuenta que estamos llamados a
cultivar y custodiar con responsabilidad nuestra “casa común”. Es cuestión
de ser y estar conscientes, de saber que todas nuestras actitudes, nuestros
ayunos, nuestros compromisos y nuestras formas de consumir y comprar con
conciencia, pueden contribuir a la edificación de un mundo más humano,
igualitario y digno para todos los seres humanos, al tiempo que se refuerza la
justicia ambiental.
En esta Cuaresma dejo de sentirme indiferente, y me hago
consciente de saber que, cuando lastimo a la naturaleza, también lastimo a los
más indefensos, frágiles y pobres de nuestro mundo. Me hago consciente de que
puedo tener un uso más prudente del papel y del plástico, de que puedo
desperdiciar y tirar menos comida, puedo ahorrar agua y energía, puedo reciclar
y reutilizar artículos de mi hogar…
Me hago consciente, en definitiva, de la práctica de la
limosna, entendida como solidaridad al servicio del prójimo. Me hago consciente
de que cualquier acción, por pequeña que sea o parezca, siempre sumará para
mejorar el bienestar de nuestra casa común, y será un acto profético,
esperanzador y manifestación de que es posible la comunidad y la fraternidad
universal, ya que el cuidado de la naturaleza es parte de un estilo de vida que
implica capacidad de convivencia y de comunión.
El amor fraterno sólo puede ser gratuito, nunca puede ser un
pago por lo que otro realice ni un anticipo por lo que esperamos que haga. Esta
misma gratuidad nos lleva a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes,
aunque no se sometan a nuestro control (Laudato Sí 228).
Que al final de la Cuaresma podamos decir: ¡Resucitamos con
Cristo!, comprometámonos con alegría y autenticidad para realizar actos
concretos que nos lleven a una verdadera Pascua ecológica, y que de alguna
manera trasciendan en el bienestar de nuestros hermanos y hermanas, en la
naturaleza, en la fauna, en la flora, en definitiva, en nuestra hermana tierra.
No podemos seguir esperando, porque ha llegado el tiempo de cambiar. ¿Te
animas?
Escribe: Adilia Vianney Estrada
Publicado en Entre Paréntesis
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