Como sabemos, el Día Internacional de los DDHH se conmemora gracias a la Declaración Universal que fue presentada al mundo el 10 de diciembre de 1948 por las Naciones Unidas y dentro de un contexto que buscaba superar las atrocidades vividas por las dos guerras mundiales. El objetivo: proteger universalmente los derechos sustentados en la dignidad, libertad e igualdad. Han transcurrido 73 años y mucha agua ha corrido por los puentes entre retrocesos, indiferencia y también avances.
Si bien la Declaración no tiene efecto vinculante con los Estados miembros muchos de estos han incorporado en sus Constituciones Políticas artículos que la contienen. Es un avance desde el punto de vista jurídico que merece ampliarse al ámbito cultural, social y económico.
A nivel mundial existen serios problemas que llegan a ponernos en alerta y a cuestionarnos sobre el respeto real a lo contenido en la Declaración Universal. Las migraciones forzadas, el racismo, la situación de las mujeres, de los pueblos indígenas y las comunidades LGTBIQ… Pero hay uno en particular que merece ser atendido por todas y todos: los derechos ambientales y el cuidado de nuestra “casa común”, la Madre Tierra o Pachamama. Un documento que nos llama a la reflexión y la acción, es la encíclica Laudato Si del papa Francisco para ser sensibles al clamor de la gente y de la tierra que nos interpelan. También Francisco nos habla sobre la importancia de tener presente las Tres T: Techo, Trabajo y Tierra elementos fundamentales para la vigencia de los Derechos Humanos.
En relación a los derechos económicos, sociales y culturales sorprende la situación de desigualdad. La mayor desigualdad de riqueza se tiene en América Latina según la investigación realizada por el Laboratorio de la Desigualdad Mundial (en inglés, WIL) que acaba de lanzar su Informe Mundial de la Desigualdad 2022. El top 10% tiene el 77% de la riqueza acumulada, el 40% del medio tiene el 22% y el 50% más pobre tiene el 1%. (Informe Mundial de la Desigualdad 2022).
La mayor desigualdad se manifiesta en sistemas de gobierno sustentados en determinadas ideologías que no abonan en favor de los derechos. Un ejemplo lo constituye las consecuencias de la pandemia COVID 19 que nos ha demostrado cómo estamos en salud, educación y empleo.
No hay que perder la esperanza. Tener presente que los Derechos Humanos deben ser la “utopía movilizadora” para defender la vida de todas y todos como camino para la justicia y la paz. Debemos revalorar los saberes ancestrales de los pueblos indígenas para la protección de la tierra. Trabajar por un nuevo sistema económico social que tenga en cuenta los derechos de todas las personas y de la Madre Tierra. Otro mundo es posible.
Si bien hoy en día existe mayor conciencia de derechos, el camino no es sencillo para conquistarlos. Hay que seguir haciendo camino porque al andar se hace camino, como decía el poeta.
Escribe: Víctor Mendoza Barrantes
Comisión de Justicia Social-Diócesis de Chimbote, Perú
Comité Internacional JPIC-CCVI
No comments:
Post a Comment