Al punto de las tres de las tarde del día 18 de junio, cerca de 25
mujeres y hombres de la Vida Consagrada agilazabamos nuestro pasos para
dirgirnos hacia el taller denominado ‘Creer, luchar y esperar: horizonte teológico-
eclesial de la Justicia, Paz e integridad de la Creación (JPIC)’. Taller que
formó parte de los 42 talleres durante el Congreso de Vida Consagrada –
CLAR realizado en Bogotá los días 18, 19
y 20 de junio.
¿Cuáles son los clamores en este momento de nuestra historia? nos
preguntábamos al inicio del Taller. Entonces nuestras palabras esbozaron los
nombres de las personas y de los pueblos que acompañamos en Perú, Guatemala, El
Salvador, México, Colombia, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Brasil, Honduras entre
otros países de América Latina. Nuestra tierra grita y en los pobres nos
encontrabamos con el rostro de Cristo que nos interpela para hacer realidad la
justicia, la paz y el cuidado de su creación.
Así
fue el primer encuentro, compartiendo el sufrimiento de nuestros pueblos con la
unica certeza nuestro Dios amante de la
vida nos impulsa a hacer caminos de perdón, reconciliación y reparación.
El
segundo día compartiamos la llamada de Dios y su interpelación ¿estariamos
dispuestas(os) a dar la vida?; fue entonces que entre jóvenes y mayores religiosas(os)
nos remontamos a nuestro primer ‘Sí’. Sí, a aquel día donde pronunciamos
nuestros votos que entre temores y certezas consagrabamos nuestras vidas al
Reino del Dios de Jesús en el mundo que tanto ama.
El
estar con las y los excluídos nos ha aportado a nuestra vida religiosa y ahí, reconocemos que todo es
portador de esperanza. Dios se encarna
en la realidad. En la mujer y el hombre que se arriesga con sabiduría, inteligencia y audacia por la
justicia, paz y el cuidado de la creación. Nuestra misión, la misma de Jesús,
amar la vida y siempre estar donde la vida esta amenzada.
Finalmente, el tercer día culminamos afirmando y
comprometiéndonos en
ofrecer una formación transformadora en valores evangélicos
y que nuestras vidas sean realmente impulso para la construcción del Reino de
Dios.
Que María, discipula y misionera, desde su ser mujer gestadora
y protectora de la vida en todas sus expresiones, siga animándonos a decirle Sí
al Señor ahí donde la vida clama.
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