Me fueron enseñando las fotos y se veía impresionante. Eran cadáveres de jóvenes con el pecho abierto o con los boquetes en los cuerpos donde les extrajeron los órganos y luego los botaron.
Horrorizado e indignado al mismo tiempo, el sacerdote que dirige el albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, Oaxaca, quiso saber más:
Todos eran migrantes, seres humanos de repuesto. Es como perderse en el vacío, en un hoyo negro donde nunca se sabrá la lista de los que están asesinando. Es el crimen perfecto, dice en entrevista con La Jornada.
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