Friday, February 17, 2017

¿Por qué una cultura de paz?

Federico Mayor Zaragoza en conversación con Ángeles Mateos García. Federico
Mayor Zaragoza es catedrático de Bioquímica y un defensor comprometido de la paz. Fue durante doce años Director General de la UNESCO y presidió la Fundación Cultura de Paz. Además es poeta y escritor.

Ángeles Mateos: ¿Qué se está entendiendo o qué se quiere decir realmente con ‘cultura de paz’?

Federico Mayor: La cultura de paz es una síntesis terminológica de la que hace bien poco Johan Galtung me decía, »¡qué bien que nos haya dado usted una fórmula tan sencilla para decir lo que todos queremos decir!«, pues en inglés solo hay dos palabras: culture, peace. Y basta con estas dos palabras para comprender que justamente lo que queremos es ir en contra de una »cultura de guerra o de violencia«.

Es decir, ir en contra de la fuerza y de la violencia y favorecer la razón, el diálogo y la conciliación. Y esto es posible porque, como científico sostengo – y en la Declaración de Sevilla así lo expresamos en un manifiesto que luego hizo luego suyo la Conferencia General de la UNESCO – que carece de toda base argüir que la guerra y la violencia son inherentes al ser humano. Luego, no »nacemos« sino que nos »hacemos«.  Las guerras, como afirma la Constitución de la UNESCO, »nacen en el espíritu de los hombres«, y, por tanto también su erradicación. De ahí la necesidad de una cultura de paz.

Pero, como me demanda concreción, añadiré una precisión más: para mí la definición suprema de cultura es nuestro comportamiento en cada instante, porque es lo que resume todo lo que hemos vivido, nuestra experiencia, lo que hemos recibido, el contexto en que hemos vivido, lo que pensamos, soñamos... Todo lo que hace que cada día nos comportemos de una manera determinada. Por eso, para mí la mejor definición de cultura es la de »comportamiento cotidiano«. Esto mismo llevado al ámbito concreto de la paz, sería cultura de paz: acciones, maneras de vida, comportamientos, hábitos, actitudes, … que favorezcan, que vayan a favor de la paz.

Ángeles Mateos: ¿qué condiciones se requieren?, ¿a qué plazo?, ¿con qué medios?

Federico Mayor : El objetivo de la paz es un objetivo a largo plazo que supone establecer un estrecho vínculo entre paz, desarrollo, justicia y democracia. Es lo que denomino »triángulo interactivo«, que sólo es efectivo cuando tiene como eje central la educación y por motivación profunda la solidaridad y el sentimiento de justicia. No es posible una cultura de paz sin la intervención de estos otros elementos que ayudan a su construcción, que podrían concretarse en estos tres pilares: desarrollo, democracia y educación.

Desarrollo endógeno y exógeno, es decir, unas condiciones económicas mínimas que puedan erradicar el hambre y la pobreza en el mundo. La ayuda pública internacional al desarrollo no solo no ha aumentado sino que ha disminuido: mientras esto siga así no estaremos en condiciones de afrontar el reto de la paz aunque sea a largo plazo.

Mientras imperen las diferencias económicas cada vez más extremas entre los pueblos, mientras no logremos una más justa distribución de las riquezas, mientras el hambre y la malnutrición existan en el mundo, no podremos pensar en la paz, no estaremos en una cultura de paz.

Democracia, además hemos de resolver democráticamente los problemas causados por el ascenso de los nacionalismos exacerbados, de los fundamentalismos y de los conflictos étnicos, que están dominando a un mundo cada vez más fragmentado, en el que las desigualdades se agrandan vertiginosamente. Pero democracia exige, a su vez, desarrollo y educación, de ahí la interactividad de los tres vértices del triángulo.

En cuanto a la educación, ya sabe que para mí es una preocupación primordial. Es, en primer lugar, formación, información e igualdad de oportunidades, de acuerdo; pero más que eso es lo que entendió magistralmente Giner de los Ríos, »el proceso a través del cual logramos dirigir con sentido nuestra propia vida«. Yo lo llamo »soberanía personal«.

Creo que educación significa que uno es uno mismo, la »mismidad« de la que hablaba Zubiri. Esto es, no ser una marioneta de nadie, ser capaz de actuar por nosotros mismos, o lo que viene significando desde la Ilustración, »ser mayores de edad«, responsables, autónomos y solidarios al mismo tiempo.

Sólo desde la educación así entendida puede emprenderse una tarea tan descomunal como el cambio que estamos exigiendo, como el reto que nos espera, un giro profundo en el rumbo del mundo, ese »giro compernicano«, como usted muy bien ha dicho.

Ángeles Mateos: Por eso una »cultura de paz« debe apoyarse en la educación, por eso en los nuevos planes de estudio se otorga una especial importancia a »la educación para la paz y la no violencia«. Quizás hayamos empezado a entender esta vinculación estrecha entre educación, hábitos, actitudes, por un lado, y paz, concordia, respeto, solidaridad, por otro. Me consta que también usted los describe como tareas co-implicadas, pero ¿podría precisar para nuestros lectores en qué consiste esta implicación? ¿Cuál es la relación que usted encuentra entre ambos términos?

Federico Mayor: Hace poco Edgar Morín decía, »la soberanía personal es la solución y se llega a ella a través de la educación«. En este concepto de educación incluyo también los sentimientos. Frente al »pienso, luego existo« de la cultura racionalista, han sido los países pobres y más desfavorecidos los que han dicho, »siento, luego existo«, es decir, quiero referirme no sólo a la forma de expresar nuestros pensamientos sino también nuestros sentimientos.

La educación está en el corazón de la construcción de la paz, pues es ante todo a través de ella como debería asegurarse la transmisión a cada persona, desde su más tierna infancia, pero también durante toda la vida, de los valores de no violencia, tolerancia, democracia, solidaridad y justicia, que son la »levadura de la paz«. La educación debe promover, en definitiva, un espíritu de apertura: hacia los otros, hacia los problemas, hacia la búsqueda de las soluciones.  Comprenderá que le dé tanta importancia a la educación y a la necesidad de contar con ella para cimentar una cultura de paz.

Publicación original en: www.polylog.org





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