Hablar de feminismo y de teología parece de por sí ya una contradicción, lo cual no sorprende frente a la desigualdad existente entre varones y mujeres: la inferiorización estructural de mujeres, los feminicidios, las parejas divorciadas, la discriminación hacia las personas LGTBI entre otros.
A
pesar que hace décadas las mujeres están haciendo teología en nuestras iglesias
y espacios teológicos, mayoritariamente siguen siendo sumamente patriarcales
por no decir misóginos. Las identidades de las mujeres son determinadas, controladas en torno a construcciones de género y sexualidad
justificadas por un discurso religioso y teológico, cuya máxima expresión es
una mujer idealizada: virgen, sumisa y servil. A partir de esa dicotomía de
hombre macho y mujer sometida se ha construido todo un sistema de desigualdad y
opresión entre los géneros que se mantiene de alguna manera hasta hoy en día.
La
Teología parece un campo de varones, a pesar de que hace décadas las mujeres
están haciendo teología, y es que dentro del sistema piramidal eclesial estamos
fuera de espacios de cargos y decisiones. Cambiar o cuestionar las estructuras
e ideologías de ese sistema no les conviene a algunos señores pastores,
sacerdotes y teólogos porque debilitaría el poder que quieren mantener. Por lo
tanto encontramos tanta resistencia y rechazo frente a las teorías de género,
porque es un enfoque que hace ver las desigualdades injustas, ayudan a
superarlo y construyen comunidades de iguales.
Desde que
surgió en los años 1980, la teología feminista fue una teología desde las
experiencias marginalizadas de las mujeres y al mismo tiempo una crítica al
carácter patriarcal de la Teología. Partiendo de realidades y experiencias
concretas de mujeres, la teología feminista formaba parte del movimiento
feminista compartiendo las luchas por una transformación social, política, por
la igualdad y condiciones dignas para tod@s. Por lo tanto, la Teología
feminista no es una Teología solo de mujeres y para mujeres, sino que es una
Teología que problematiza el ‘género’ y por lo tanto debería tener importancia
para tod@s.
Aclaraciones sobre el feminismo y porqué es importante seguir hablando del feminismo
Aclaraciones sobre el feminismo y porqué es importante seguir hablando del feminismo
Declararse como feminista te pone en
una posición de sospecha acompañada por imágenes y prejuicios como de ser un
machista vestida de mujer, una lesbiana, mujeres que odian a los hombres, etc.
Sin embargo las noticias nacionales y internacionales indican que la misoginia,
la opresión y violencia contra la mujer siguen siendo una de las mayores
problemáticas en la actualidad a nivel global.
En
tiempos de expansión capitalista se propaga con mayor velocidad y brutalidad
nuevas masas excluidas, entre ellas se encuentran las mujeres. Intereses
sociales, políticos y económicos han creado a lo largo de los siglos
estructuras de desigualdad a nivel mundial. Y aunque gracias a las luchas de
tantas mujeres -que se han dado a lo largo de la historia- se han logrado cambios, falta todavía mucho
para tener sociedades y comunidades de iguales.
Todavía
las mujeres pertenecen al grupo más desfavorecido, son ellas las que son
afectadas mayoritariamente por la violencia, la pobreza y discriminación como
también por la crisis ecológica. Ellas sufren los efectos de las catástrofes
climáticas, el acaparamiento de las tierras y la destrucción de las bases de la
vida. Frente a esta situación es
imprescindible preguntar por nuevas formas de solidaridad tanto regional, nacional
pero también internacional.
¿Cómo
en esas luchas por mejores condiciones de vida, por dignidad y derechos nos
podemos vincular y articular entre todas las mujeres, que desde los distintos
contextos locales se organizan para impulsar procesos de cambio(por ejemplo la
marcha ‘Ni una menos’ o Women’s March)? ¿cómo podemos y tenemos que formar
parte de eso como cristianas?
En América Latina, la religión se ha empeñado
en tener un papel importante en la construcción de géneros legitimando un
sistema social y económico patriarcal, capitalista y heteronormativo. Por lo
tanto, haciendo un análisis social no podemos prescindir de un análisis
religioso y una mirada teológica crítica.
Es importante ver, también, la
variedad y diversidad de experiencias de opresión reconociendo las mismas
estructuras de desigualdad y poder tras de ello. Porque en el fondo hablar
sobre y analizar relaciones de género es hablar de relaciones de poder.
La
concepción de género no depende de un determinismo biológico acultural, sino
más bien de cada cultura y cosmovisión, ‘en ese sentido, cada sociedad, cada
pueblo, cada grupo y todas las personas, tienen una particular concepción de
género, basada en la de su propia cultura’.[1] Aprendemos desde la infancia a identificarnos con la concepción de la
cosmovisión y los roles de género en la cultura. Porque en la nación que
vivimos como dijo Simone de Beauvoir
-una de las primeras grandes defensoras de los derechos de las mujeres- una ‘No se
nace mujer, llega una a serlo’.
Desafíos en la actualidad
Según la teóloga Elisabeth Schüssler
Fiorenza, la Teología tiene que ver siempre con sueños y visiones de un otro
mundo más justo y solidario; cuestión que toca profundamente a la humanidad[2]. Por lo que es necesario articular la
despatriarcalización con descolonización desde y con las mujeres que en sus
luchas diarias hacen frente a la opresión colonial, capitalista y patriarcal.
Son
las mujeres campesinas, indígenas, de sectores urbanos populares y también aquellas mujeres que cuestionan
-desde su experiencia individual y colectiva- las relaciones coloniales y
patriarcales; para luchar juntas por la superación de todo tipo de
opresión. De esa manera ‘...el
feminismo no es una teoría más, es una teoría,
una concepción, una cosmovisión, una filosofía, una política que nace
desde las mujeres más rebeldes ante el patriarcado’[3] como
afirma la aymara boliviana, Julieta Paredes.
Prácticamente
el feminismo es toda una postura en la vida, ‘una nueva manera de comprender la
vida y las relaciones humanas’[4] como lo
expresa la teóloga Ivone Gebara.
La
realidad de nuestro mundo, nos desafía a desplazarnos permanentemente en
diferentes sentidos, salir de las oficinas,
de las aulas de estudio, de las parroquias y ubicarnos en la ‘calle’. La
desubicación nos toca, tendría que
desplazarnos de espacios religiosos tradicionales y opresores hacia la búsqueda
de otros nuevos espacios donde se pueda vivir espiritualidades más integrales y
horizontales.
A
partir de las pluralidades nos toca construir nuevas formas de comunidades y
convivencias inclusivas heterogéneas con
todas y todos, con la naturaleza , entre países y continentes; derrumbar
barreras y jerarquías tanto mentales como sociales, económicas y políticas.
Nuestra
fuente es una espiritualidad de resistencia y rebeldía nutrida del compartir de
las realidades y luchas diarias, de la solidaridad y sororidad. Esa espiritualidad que se concretiza en el
actuar, una expresión colectiva y diversa que busca construir nuevas relaciones y ese otro mundo
posible del cual tod@s soñamos.
Solamente
de esa manera podremos ofrecer aportes relevantes para las preguntas y
problemáticas que la gente hoy en día vive. Porque el discipulado y seguimiento
de Jesús nos exige ser parte de los procesos hacia la igualdad y la justicia.
Preguntas para la reflexión:
- ¿Qué implicaría “descolonizar” y
“despatricalizar”?
- ¿Qué significa hacer teología desde
nuestras realidades, nuestros compromisos sociales, pastorales?
- ¿Para qué me quisiera comprometer?
Escribe: Sandra Lassak [Doctora en Teología]
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[1] Lagarde, Marcela, “El género,
fragment literal: ´La perspectiva de género´, en Género y feminismo. Desarrollo
humano y democracia. Ed. horas y HORAS, España, 1996, pp. 13-38.
[2] Vease Schüssler Fiorenza,
Elisabeth, Discipulado de Iguales, Una Ekklesia-lógica Feminista de Liberación.
(Mujeres haciendo Teología desde Bolivia – Volumen III), p.214-235.
[3]
Paredes Julieta, en: Gargallo Francesca, Feminismos desde Abya Yala,
Ideas y proporciones de las mujeres de 607 comunidades de nuestra América,
Ciudad de México 2014, p. 96.
[4] Gebara, Ivone, Las aguas de mi
pozo. Reeflexiones sobre experiencias de libertad, Montevideo 2005, 133.
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