Trabajan hasta 12 horas al día sin un
pago adicional por las horas extras, no firman contrato, no pueden
reclamar, algunas empresas les descuentan por seguro de salud pero ellas
no reciben atención; son maltratadas, usadas y hasta deben esconder su
identidad para hacer un reclamo. Esa es la realidad de “Juana” y la de
miles de mujeres conserveras de Chimbote.
“Juana” –no revelamos su nombre
verdadero porque sería como decirle que está despedida de su trabajo– es
una madre de familia que desde sus 17 años trabaja para la industria de
consumo humano directo, en otras palabras, en la industria de conservas
de pescado.
“Juana” estuvo esta mañana en RSD y
desnudó una realidad que ni los discursos de los empresarios
conserveros, ni los reclamos fingidos a favor de ellas de parte de las
autoridades podrán ocultar.
Ella aclara que no puede darnos sus
nombres ni apellidos reales porque, en su mundo, reclamar es como un
pecado que se castiga con el despido.
JORNADA LABORAL
Las mujeres conserveras de Chimbote
–dice “Juana”– trabajan a destajo, eso implica que de acuerdo a su
avance ganarán sus remuneraciones. Siendo así, sus jornadas laborales
pueden ir desde unas horas al día hasta más de 12 horas seguidas.
“No nos pagan horas extras”, señala
ella, y lo peor es que de las 12 horas que permanecen dentro de la
planta, unas 4 o 5 horas esperan paradas o sentadas la llegada del
pescado. Esas horas de espera no son remuneradas, pero obligatoriamente
tienen que esperar si quieren trabajar.
Su centro de labores no es la cárcel,
pero trabajan encerradas. Cuando ingresan a la fábrica les piden sus DNI
y, así quieran, no pueden salir hasta que termine la jornada. Tampoco
pueden usar ni sus celulares para comunicarse con el exterior.
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