“Mañana es otro día, Dios nos bendice” respondió el vendedor ambulante cuando le preguntaron por qué donaba toda su mercancía de millares de limones y no los vendía o, en todo caso, los remataba. En nuestro medio es costumbre que ante situaciones de crisis como la pandemia del COVID 19, la mayoría de comerciantes especula y sube sus precios; él no. Un hombre sencillo que vive el día a día vendiendo limones nos demuestra su fe y confianza.
Una fe necesaria para responder ante tiempos que vivimos hoy. Si bien, la pandemia ataca a todos sin excepción, las consecuencias más nefastas se sienten en sociedades como el Perú que, como parte de Latinoamérica, demuestra la distribución más desigual de la riqueza en el mundo.
El COVID 19 ha desnudado y puesto de manifiesto los históricos problemas estructurales de la sociedad peruana manifestados en la atención de salud, empleo, vivienda, alimentación…
En los últimos años el Estado peruano a nivel latinoamericano ocupa los últimos lugares en inversión para cumplir con los derechos fundamentales de toda persona que quiere vivir en condiciones mínimas de dignidad. El maquillaje neoliberal de ser país de renta media y con las más altas tasas de crecimiento macroeconómico se ha caído ante la arremetida del COVID 19 que afecta a la mayoría de peruanas y peruanos.
Ahora miles de compatriotas que llegaron a la capital (Lima) para generarse ingresos y poder sobrevivir se ven obligados a realizar el retorno forzado a sus pueblos de origen. Retornantes o caminantes como románticamente se le denomina no son si no, los despreciados, las principales víctimas de un capitalismo salvaje que prefiere el lucro a la vida de las personas. No hay empleo, no hay vivienda, no hay alimentos en una sociedad generalmente hostil como la limeña que no deja de manifestar su comportamiento colonial de rechazo y discriminación. Ellos y ellas vuelven pero no sabemos si llegarán.
Dicen los expertos que la realidad de las cárceles nos permite conocer a una sociedad en pequeño. Y las cárceles en el Perú están demostrando lo que en general, vive su sociedad. En tiempos de pandemia los presos hartos de hacinamiento exigen el cumplimiento del derecho a la salud, protestan pero no hay respuestas oportunas en el cumplimiento de las demandas pero sí está expedita la represión. Guardianes y encarcelados cada día pierden la vida. Y, desgraciadamente, si no hay oídos, más la perderán.
Los esfuerzos del Estado deben atender y resolver los problemas estructurales. Es una exigencia ética y de justicia.
El papa Francisco nos pide en estos tiempos que desterremos las palabras: indiferencia, egoísmo, división y olvido.
Mañana es otro día, Dios nos bendice. ¡Alabado sea el Verbo Encarnado!
"Señor has entregado a los pequeños lo que no diste a los sabios"
Cfr. Mt.11, 25.
Cfr. Mt.11, 25.
Escribe: Victor Mendoza
Peruano. Director de la Comisión de Justicia Social en Chimbote (Perú). Miembro del Comité Internacional de Justicia, Paz e Integridad de la Creación de las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado.
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