Thursday, December 6, 2018

Reconocimiento a las Religiosas Defensoras de Derechos Humanos



En octubre la Comisión Permanente de Derechos Humanos & JPIC y el Programa de Formación Inicial -ambos espacios de la Conferencia de Religiosas y Religiosos en Perú-  se unieron para realizar un necesario Reconocimiento a las Religiosas Defensoras de los Derechos Humanos en Perú (1980-2000).
¡Fue un momento de gracia! En estas líneas, Charo Narvaez nos comparte lo que significa este evento para el proceso de justicia, paz y reconciliación en Perú.

El 10 de diciembre del 2017 se inauguró el Rosedal de la Memoria en recuerdo a mujeres que desde diferentes compromisos con la vida aportaron en la defensa de los derechos humanos durante o posteriormente el período de violencia política.  Esta iniciativa surgió en homenaje a nuestra querida Mamá Angélica. Se inauguró con 9 rosales para representar a mujeres que ya no están con nosotras(os) pero su ejemplo y recuerdo nos sigue acompañando. Todas ellas aportaron de diversas formas a construir cambios políticos y sociales, todas ellas aprendieron a defender los derechos humanos por amor a sus seres queridos o por solidaridad.  Están allí los nombres María Elena Moyano, teniente alcaldesa de Villa El Salvador; Consuelo García Santa Cruz, lideresa de mujeres mineras; Pilar Coll, laica activista de DDHH; Bárbara D’Achille, periodista ecologista de El Comercio; Rosa del Águila, lideresa de mujeres de sectores populares de Huánico; Lika Mutal, escultora autora del Memorial El Ojo que Llora;  Pascuala Rosado, lideresa de Huaycan.
El pasado 11 de octubre se sembraron dos rosales en recuerdo de las hermanas Agustina Rivas e Irene McCormack.
“Aguchita”, como cariñosamente la llamaban a Agustina Rivas, nació en Cora Cora, Ayacucho. Pertenecía a la Congregación de las Hermanas del Buen Pastor, realizando su labor pastoral en diversas partes del país destacando siempre por su sencillez, su amor al prójimo, capacidad de escucha y coherencia. Luego de un tiempo largo en Lima, buscando servir a los más necesitados en la zona de emergencia, en 1987 se trasladó a La Florida (Junin). Por el contexto político de ese entonces trabajar allí era un desafío que asumió con entereza y la fuerza de su fe. Trabajó muy cercanamente con los y las ashaninkas; especialmente de las mujeres con quienes compartía sus conocimientos para generarse algunos recursos con pequeños emprendimientos económicos.  El 27 de septiembre de 1990 llegó al pueblo un grupo de jóvenes senderistas, incluyendo niños de 10 a 12 años y convocaron a la plaza. Aguchita se encontraba preparando dulces con las niñas, cuando una senderista la obligó a ir a la reunión, antes de hacerlo fue a apagar la cocina. La joven dijo al jefe, que ella no había obedecido por lo que la pusieron al frente con otras personas cuyos nombres estaban en su lista. Al final de la asamblea el jefe leyó la lista de las personas que serían ejecutadas, allí citaban el nombre de Hermana Luisa. Como ella no estaba, decidieron que Aguchita pagaría por ella. En la “sentencia” que leyeron se mencionó como motivos de la ejecución su trabajo con los ashaninkas, organizar a las mujeres, “hablar de Paz y no hacer nada”, repartir alimentos. Fue la primera religiosa asesinada deliberadamente por Sendero Luminoso.
Irene McCormack, nacida en Australia pertenecía a la congregación de San José del Sagrado Corazón. Durante la mayor parte de su vida religiosa se dedicó a la enseñanza de los jóvenes. En 1987 llegó al Perú para trabajar por los más pobres en San Juan de Miraflores y San Martín de Porres. En 1987 se trasladó a Huasahuasi (Tarma, Junin) para continuar su labor. Allí se comprometió con los niños, niñas y adolescentes para quienes implementó una biblioteca escolar. En diciembre del 1989 fueron advertidos de un inminente ataque de SL por lo que se trasladaron a Lima. El 14 de Enero del 1990 decidió regresar para dar apoyo espiritual a la población en la situación difícil que vivía. El 21 de mayo de 1991, la Hna, Irene fue ejecutada por terroristas de Sendero Luminoso por el 'crimen' de proporcionar comida norteamericana y difundir ideas norteamericanas a través de los libros de la biblioteca.
Todas las mujeres que se recuerdan en el Rosedal de la Memoria, era valientes como Irene y Aguchita. Ellas se sobrepusieron al miedo, a su dolor, sacaron fuerza y perseveraron a pesar de ataques, amenazas que muchas de ellas sufrieron. Cuatro de ellas eran extranjeras que aprendieron a amar a nuestro país y, sin olvidar sus orígenes, se hicieron peruanas de muchas formas.  Ellas profesaban diversos credos religiosos y tenían posiciones políticas distintas, tenían en común su amor y compromiso con la vida.
Para los y las voluntarias que gestionamos el Memorial El Ojo que Llora la siembra de estos dos nuevos rosales en reconocimiento de las religiosas católicas nos llena de alegría y esperanza de seguir construyendo en su memoria caminos de diálogo, solidaridad y respeto por los derechos de todos y todas.





Por Rosario Narvaez Vargas - Miembro de APRODEH

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