Friday, September 13, 2019

La esclavitud está presente en nuestros días


¿Cuánto tendríamos que retroceder para encontrar los primeros indicios de la esclavitud?
La esclavitud es tan antigua como la propiedad. Desde que se desarrolla la propiedad privada aparece la costumbre de controlar cuerpos y apropiarse de personas. Tendríamos que retroceder a la época del neolítico, que es la época en la que el ser humano empieza a desarrollar la idea de propiedad. Desde el Asia menor, norte de África y también en América. Ahora bien, cuando hablamos de esclavitud estamos hablando básicamente cuando un ser humano se apropia del cuerpo y del trabajo de otra persona. Este modelo hizo conocido a nivel mundial por Roma.

Dentro de todas las formas de esclavitud, ¿cómo se vivió esta en el Perú? ¿Había diferencias?               
Claro, no es lo mismo ser esclavo en la casa de un aristócrata que en la de uno de menos recursos. En la casa del aristócrata cada esclavo tenía una función bien definida. Por ejemplo, la cocinera solo va a cocinar y ella manda sobre sus auxiliares de cocina. Ella no va a matar a los animales, no va a lavar, solo se concentra en la comida. Lo mismo un esclavo que se encarga en general del coche es un cochero, lo que sería un chofer en la actualidad. Distinta sería la vida para el esclavo que trabaja para un hacendado porque este lo que busca es tener mano de obra masiva. 

Entonces algunos esclavos tenían mejores condiciones de vida. 
En los archivos, por ejemplo, descubrí algunos casos donde esclavos, luego de mucho esfuerzo, de trabajo, de juntar cosas, logran comprar su cabeza, es decir, acceden a la libertad, se compran a sí mismos. Y luego empiezan a ahorrar y, ¿qué es lo primero que hacen?: se compran un esclavo.  Entonces uno puede encontrarse con personas afrodescendientes que tienen sus propios esclavos. Y, en ocasiones, los que habían sido esclavos abusaban mucho más de sus esclavos. Por eso la historia es compleja, llena de matices. 

¿Y en cuánto a la diferencia entre la zona rural y urbana?
Era muy diferente vivir en una ciudad de Hispanoamérica, como en Lima, que vivir en el medio rural. Por ejemplo, la parte que rodeaba Lima era una zona de pequeñas y medianas propiedades donde había muy poco espacio para esconderse. En cambio, en el centro y sur del Perú había haciendas, algunas de ellas bastante grandes. En estos lugares la dinámica de trabajo era distinta. Algunos economistas le llaman esclavitud de plantación, a diferencia de la esclavitud urbana. En general, en el medio urbanos los esclavos tenían más facilidades que en la zona rural. 

¿Cuál era el papel de la Iglesia?
La Iglesia consideró desde el inicio a los esclavos como personas con alma. Por eso establece que los esclavos ni bien llegaban a América debían ser bautizados. Algunos ya venían bautizados antes del viaje. Además, les da derecho a todos los sacramentos, desde el bautismo hasta la extrema unción. Algo muy importante es la llegada del Tribunal Eclesiástico que abre las puertas a los esclavos para que puedan presentar sus quejas, incluso contra sus amos.  Es cierto que, en el fondo, lo que estaba haciendo la Iglesia era imponer su religión a desmedro de las creencias que tenían los llegados de África, pero, de todas maneras, se constituyó como un espacio a donde podían acudir los esclavos. Este tribunal también podía ayudar a los esclavos a no ser expatriados. Como la Iglesia protegía el matrimonio, los esclavos que se habían casado no podían ser vendidos fuera de la ciudad, es decir, no podían ser separados. Era, pues, en muchos casos, un uso práctico. 

¿Y la imagen del esclavo tratado como una cosa?
Yo creo que hay un abanico de realidades. Desde el esclavo que vive cosificado en algunas haciendas, en algunas panaderías que eran lugares donde los esclavos sufrían mucho- hasta el otro extremo, donde encuentras al esclavo que apenas ve al propietario una vez al mes para darle su mensualidad. Y eso dependía también en algunos casos de la forma de ser de los dueños. También depende del lugar. En Chincha, en Cañete, en las haciendas del sur dedicadas al olivo, a las aceitunas, o en las haciendas cañeras de la parte central, los esclavos estaban controlados totalmente. Pero de pronto también puede haber haciendas que tiene casas individuales para sus propias familias dentro de un corralón muy grande, como una especie de barrio. Ahí les daban como una pequeña chacra para que ahí cultiven y a veces se negociaba cuantas horas los esclavos trabajaban para los amos y cuantas para ellos mismos. Entonces ahí se crea una relación práctica. Incluso en algunos casos les permitían visitar a familiares en otras haciendas. Comprendo que la idea de esclavos yendo de un sitio a otro no es usual, uno puede decir que no es esclavitud, pero sí lo es. Igual son esclavos y, por tanto, pueden ser vendidos en cualquier momento.

La trata de personas es conocida como la esclavitud del siglo XXI. ¿Qué tan lejos está el pasado en realidad?
Creo que no deberíamos hacer una diferencia tan tajante entre el pasado y el presente. Podemos pensar en la esclavitud africana y pensar que es una experiencia dolorosa, pero pasada, terminada y remota. Sin embargo, la esclavitud está presente en nuestros días: las chicas que son obligadas a prostituirse, los jóvenes que trabajan bajo llave en Gamarra y otros lugares, las empleadas que trabajan encerradas. Y es que no alcanzamos a ser una sociedad democrática. Cada vez que  se le niega derechos a los trabajadores estamos frente a una mentalidad esclavista. ¿Por qué? Porque ser esclavista es eso, negarle derechos a las personas, tratarlas como cosas, como animales.  Pero la historia también nos demuestra eso. Que por un lado tenemos gente que aplasta los derechos, pero de otro lado también tenemos la reacción de las personas, el no dejarse someter.

Es un tema de la sociedad en su conjunto.
Está en nuestra mentalidad, mirar al otro, mirar al trabajador como inferior. Al negarle un salario digno es porque detrás de eso estamos pensando en que una persona no sabe administrar su dinero, que no sabe en qué invertir. O, al encerrarlo estamos sospechando que nos pueden robar. Son, pues, estereotipos. Se me viene a la mente la imagen de esos trabajadores que estuvieron encerrados y murieron asfixiados por un incendio. Eso es esclavitud. Mientras no cambiemos esa mentalidad, que es racista, clasista, misógina, machista, la situación no va a cambiar. Así también, por ejemplo, les extendemos las horas de trabajo a las empleadas domésticas. ¿Por qué? Porque es mujer, es inferior y ese tipo de justificaciones que emparentan el presente con el pasado. En realidad, el pasado esta aquí. 


Maribel Arrelucea Barrantes. Historiadora formada en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Profesora en la Universidad Católica del Perú y en la Universidad de Lima.


FUENTE : REPORTE ALTERNATIVO
Fecha : 22/08/2019


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