Nuestra querida hermana Margaret Snyder a través de estas líneas nos comparte la
experiencia de su visita en San Salvador y al mismo tiempo nos deja entrever al
Dios que camina al lado de quienes salen
de su país buscando y construyendo un espacio más digno para todas/os.
(Por Margaret Snyder, CCVI) Entre el
28 de Noviembre y 5 de Diciembre, tuve la bendición de participar en una
delegación de 117 personas quienes viajaron a El Salvador para el 35
aniversario de las muertes de cuatro misioneras de los EEUU quienes fueron
asesinadas por el ejército Salvadoreño por su defensa de los refugiados y los
pobres. La delegación fue auspiciada por
las Líderes Religiosas en Estados Unidos (LCWR)) y SHARE, una organización que
apoya los derechos humanos, desarrollo sostenible de comunidad, y participación
cívica en El Salvador. Durante nuestro
viaje, visitamos a varios grupos de mujeres y jóvenes quienes se han
beneficiado de los programas de liderazgo, desarrollo, y educación de
SHARE.
El 2 de Diciembre fuimos a una iglesia
construida en el sitio donde fueron asesinadas las cuatro misioneras. Una de las peticiones durante la Misa capturo
el sentimiento de acompañamiento y esperanza para el futuro que estaba presente
con nosotras en cada paso de nuestro viaje: “Oh Dios, levantamos nuestras voces
y oramos por el pueblo Salvadoreño, sobre todo por los pobres. Que Dios les acompañe en su lucha para
realizar una sociedad basada en la justicia para cada persona. Oramos para las personas en este parroquia,
un lugar santificado con la muerte de las mártires, que Dios siga caminando con
ellos sembrando semillas de fe y esperanza.”
Al escuchar las historias de las cuatro mujeres, por los familiares de
víctimas en El Salvador, pensé en nuestro llamado a hacer visible el amor de
Dios, que es exactamente ¡lo que hicieron estas mujeres!
Las mujeres eran consideradas un obstáculo en
la campaña de “tierra quemada,” apoyado por los EEUU quienes mandaron armas y
munición para acabar con los “comunistas.”
Ellas estaban protegiendo a los campesinos ayudándoles a huir a lugares
más seguros; les estaban trayendo comida, medicina, y ropa; y estaban vigilando
y apuntando sistémicamente los secuestros y desaparecidos de personas de la
Oficina de Defensa Legal de la Iglesia Católica.
El Monumento a la Verdad y Memoria en San Salvador contiene los nombres
de más que 30,000 víctimas de la guerra civil de El Salvador, incluyendo
Arzobispo Romero y las cuatro mujeres de la iglesia. La dedicación dice, “Este memorial es un
lugar para reunir, para que nunca olvidemos, para honrar su memoria, y
regresarles su dignidad, para no permitir que se repita el horror y para fundar
una cultura de paz y reconciliación autentica.
Un lugar para la esperanza, para seguir soñando y construyendo una
sociedad más justa, humana, y equitativa.”
Varias madres Salvadoreñas nos acompañaban y nos contaban sobre sus
miembros de familia quienes están entre los desaparecidos. Mientras caminaba leyendo los nombres en la
pared, vi varios apellidos que eran igual a personas que he conocido trabajando
en El Paso y El Puente ¡Me rompió la corazón! Ya entiendo mejor porque las
personas que he conocido tenían que huir del Salvador y porque nunca podían
hablar de los horrores que vivía su familia.
También me hizo pensar en las mujeres y niños siendo detenidas en los
centros de detención en Texas. Ellos
también tienen sus historias y razones para huir de su país.
Después de 35 años, siguen buscando la justicia
para quienes mataron a las cuatro mujeres y miles más de San Salvador. En una conferencia de prensa, nuestra delegación
pidió que se investigue al General Carlos Eugenio Vides quien dirigió la Guardia
Nacional de El Salvador (que era responsable de horribles asesinatos) pero
nunca ha sido considerado penalmente responsable por sus crímenes contra la
humanidad. La Oficina del Fiscal para
los Derechos Humanos se nos unió en pedir al Abogado General de El Salvador
cumplir con su deber de abrir una investigación y eliminar toda impunidad en el
caso. Las autoridades competentes deben
tener acceso a los archivos correspondientes para descubrir la verdad en estas
graves violaciones a los derechos humanos como un paso vital para poner fin la
cultura de la violencia y la impunidad que afecta a El Salvador hoy en día.
Visitamos CIETTA/CONFRAS, el centro de
investigación sobre cultivos orgánicos y centro nacional de reforma
agricultura. Después de disfrutar una
comida orgánica preparada con ingredientes sostenibles, aprendimos como el cooperativo
intenta prevenirse de Monsanto (compañía multinacional) de
inundar el mercado de El Salvador con sus semillas químicamente dependiente que
tiene que comprar cada año. Los
granjeros en El Salvador están luchando para pasar regulaciones de soberanía de
comida que protegen los productores locales contra los bienes importado y lo
haría transparente los orígenes de productos del mercado. Tienen grave preocupaciones sobre el hecho de
que 18.9% de niños menores de 5 años en El Salvador están malnutridos.
Nuestro último día en El Salvador lo pasamos en
San José, Las Flores y San José de San Antonio.
Los residentes de estos pueblos tuvieron que huir a campos de refugiados
en Honduras durante la guerra civil. Después
de los Acuerdos de Paz en 1992, regresaron a casa pero tuvieron que empezar de
nuevo sin nada. Como refugiados han
aprendido trabajar juntos, y ahora tienen mucho orgullo en lo que han
construido y cumplido como comunidad.
Cada familia tiene un pedazo de tierra y el gobierno les da semillas y
fertilizantes. Como una persona dijo,
“el olor de esperanza pasa por las calles polvosas.”
Cuando regresamos a nuestro hotel, encontré miembros de familias
Salvadoreñas en Missouri esperándome. En
vez de asistir a la cena y despedida de la delegación, fui con esta familia
para disfrutar unos ricos pupusas y visitar su hogar. Tomamos muchas fotos para mandar a Antonio y
Francisco quienes por más que 15 años han sido separados de sus familias en su
esfuerzo para cumplir su responsabilidad de apoyar a sus esposas y niños.
¡Hay mucho para recordar, pensar, y
reflexionar! Este viaje para mí era un
sueño hecho realidad de conocer El Salvador.
He tenido este sueño desde los asesinatos del Arzobispo Romero y Maura,
Ita, Dorothy, y Carla. Siempre estaré
agradecida por este oportunidad.
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