“Hago un
llamamiento urgente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y a todos
los que, de lejos o de cerca, incluso en los más altos niveles de las
instituciones, son testigos del flagelo de la esclavitud contemporánea, para
que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento
de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad, sino
que tengan el valor de tocar la carne sufriente de Cristo” Papa Francisco
Religiosas,
religiosos y sacerdotes provenientes de
Tacna, Puno, Cusco, Chimbote, Trujillo, Chiclayo, Piura, Chulucanas,
Tarapoto, Yurimaguas, Pucallpa, Iquitos y Lima nos reunimos del 16 al 18 de
junio en la casa de Retiro del Colegio de Jesús en Pueblo Libre para celebrar
el IV Encuentro Nacional de la Red Kawsay – Vida Consagrada por una sociedad
sin trata de personas.
En el marco del
“Año de la Misericordia” y a ejemplo del “buen samaritano” del Evangelio de
Lucas, los 52 participantes reafirmamos nuestro deseo de acercarnos con
compasión crítica y transformadora a una expresión de violencia que, por su
persistencia y ramificación, debe ser abordada como crimen de lesa humanidad,
porque es un fenómeno social corrosivo en la construcción de una sociedad de
derechos.
Si bien durante
los últimos años el tema es visibilizado en los medios, aún no percibimos el
crecimiento de indignación frente a éste. Y es que la tolerancia
ante la trata de personas y la corrupción viene garantizando a esta
actividad criminal una “sostenibilidad económica” tal, que Perú se ha
convertido en el tercer país con mayor víctimas en América Latina.
Reconocemos los
recientes esfuerzos del Estado al proporcionar herramientas legales en torno a
la Ley 28950 e introducir el eje de reintegración de personas afectadas como
parte de las políticas públicas. Sin embargo la elaboración de detallados
flujogramas de intervención para los Ministerios involucrados, sirve de poco si
no se asignan montos significativamente mayores en la lucha contra la trata de
personas, así como a la asistencia, la protección y la reinserción de quienes
fueron víctimas. Estamos convencidas y convencidos que el siguiente gobierno
está en la obligación de presupuestar más recursos para este fin.
Nos consta que
existe una creciente brecha entre la generación de conocimiento en torno a la
trata de personas en nuestro país y la inacción ante el crimen, sobre todo en
los gobiernos regionales y locales. Hoy se sabe que las “rutas de la trata”,
más que recorridos geográficos, son vías de consolidación de “producción” de nuevas víctimas, y los
llamados para salirle al paso con políticas públicas de prevención y
reintegración, frecuentemente carecen de decisión de actuar.
Durante los
últimos años ha crecido nuestra participación en espacios promovidos por
organismos del Estado y la sociedad civil para articular mejor los esfuerzos
frente a este delito. Pese a algunos contratiempos, esta presencia ha servido
para identificar a valiosos aliados con quienes queremos seguir avanzando en
una coordinación más fluida y en articulaciones más operativas.
Con todo, como
Iglesia reafirmamos nuestra convicción de
escuchar a Dios donde la vida clama y poner los recursos de la Vida
Consagrada a disposición de quienes confían en nosotras y nosotros como
compañeras y compañeros de su camino hacia la tierra de la Liberación.
“¡Hermanas y hermanos urge comprometernos en denunciar toda injusticia y atropello que sufren las personas sometidas a ser tratadas como objeto!”
“¡Hermanas y hermanos urge comprometernos en denunciar toda injusticia y atropello que sufren las personas sometidas a ser tratadas como objeto!”
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