La Conferencia
del Episcopado Mexicano se comprometió a trabajar, en coordinación con otras
organizaciones sociales, religiosas, defensores de los derechos humanos y
autoridades, en la construcción de la paz en el país.
“Muchos
pueblos en nuestro país experimentan constantemente la inseguridad, el miedo, el
abandono de sus hogares y una completa orfandad por parte de quienes tienen la
obligación de proteger sus vidas y cuidar sus bienes”.
“Tal parece
que esta situación de violencia ha rebasado a las autoridades en muchas partes
del país, los grupos delincuenciales se han establecido como verdaderos dueños
y señores de espacios y cotos de poder y, debido a la furia y a la capacidad de
terror de muchos de ellos, han puesto a prueba la fuerza de la ley y del
orden”.
En el
documento titulado Proyecto Global
Pastoral 2031-2033, los obispos mexicanos reconocieron que la
construcción de una paz firme y duradera en el país, es una necesidad
inaplazable. “(esta
necesidad) reclama que la Iglesia pueda sentarse a la mesa con muchos otros
invitados: organizaciones ciudadanas, confesiones religiosas, autoridades civiles,
entidades educativas, sectores políticos y medios de comunicación, entre otros,
para que juntos, y aportando lo que les es propio a cada uno, podamos
reconstruir el tejido social de nuestro país.
“Creemos que
es urgente trabajar por la paz de nuestros pueblos y llegar a compromisos
concretos. Como sociedad mexicana es necesario combatir todas aquellas
situaciones de corrupción, impunidad e ilegalidad que generan violencia y
restablecer las condiciones de justicia, igualdad y solidaridad que construyen
la paz”.
De acuerdo con
el documento, firmado por el cardenal de Guadalajara, Francisco Robles Ortega,
presidente de la CEM, este compromiso de trabajar por la reconstrucción de la
paz, no solo implica anunciar, con el testimonio, el proyecto de Dios. “Sino
denunciando con valor las injusticias y atropellos que se cometen, dejando de
lado temores y egoísmos, muchas veces aún a costa de la propia vida, como ha
sucedido con periodistas, defensores de los derechos humanos, líderes sociales,
laicos y sacerdotes”.
Los prelados
ofrecieron una serie de compromisos pastorales, entre los que destacan:
Dialogar y colaborar con la sociedad civil y con los organismos nacionales e
internacionales para construir la paz; poyar la fundación de centros de
Derechos Humanos en las comunidades cristianas, de manera que se fortalezca el
Estado de derecho en nuestro país; y recibir con caridad, acompañar, defender
los derechos e integrar a los hermanos y hermanas migrantes que transiten o
deseen permanecer con nosotros.
Corrupción,
impunidad e ilegalidad: una plaga
En otro
apartado, los obispos mexicanos denuncian las cifras “de escándalo” en el país,
en materia de corrupción, impunidad e ilegalidad.
“Nuestro país
no aguanta más el robo, la opacidad, el despilfarro y el mal uso de sus
recursos, porque esto significa pobreza para sus pueblos y miles de historias
humanas sin las condiciones necesarias para vivir con dignidad”
“Ningún Estado
puede sobrevivir donde no se castigan los delitos, donde se han corrompido las
instituciones de justicia y no existen los medios para procurar la aplicación
de la ley para quien ha cometido algún delito” agrega el texto.
Un Proyecto
Global
Este proyecto
engloba los objetivos pastorales de todas las diócesis de México rumbo a dos
celebraciones históricas para la Iglesia en México y en el mundo.
En el 2031
celebraremos los 500 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe al santo
Juan Diego, en el Cerro del Tepeyac. En tanto, en el 2033 se cumplirán dos mil
años de la muerte y resurrección de Jesucristo.
“El Proyecto
Global de Pastoral se propone como una forma eficaz de hacer operativas las
estructuras e instancias eclesiales”.
“El presente
proyecto quiere ser una expresión de la unidad y la colegialidad entre nosotros
los Obispos. Queremos vibrar siempre en los dos principios teológicos que lo
han animado: la colegialidad y la comunión de las Iglesias al interno de la
Conferencia Episcopal en el ánimo en que San Juan Pablo II lo pedía a la
Iglesia”.
Este documento
fue estructurado en tres partes, siguiendo una metodología propia del ejercicio
pastoral latinoamericano: un análisis de la realidad, su interpretación y
juicio y, finalmente, la actuación.
Escribe Alejandro
Feregrino
Publicado en Yo Influyo