Nuestra Martha Ann
Kirk, escribe una líneas de su experiencia y al mismo tiempo recoge las
vivencias de los mienbros del Comité Internacional de JPIC en su visita al
Museo de Memoria y Tolerancia en México.
Jennifer Reyes Lay,
en el Museo de Memoria y Tolerancia, había notado que en cada exposición existe
un tríptico, por un lado personas quienes eran responsables por el
genocidio, por otro lado quienes dejaron que pase sin hacer nada, y otro lado de
quienes se comprometieron hacer su parte para ayudar a las víctimas de los genocidios. Este es un potente recuerdo porque como
indicaba un letrero en el museo: “indiferencia es complicidad.” Y es que yo veo la conexión entre trabajo que estamos realizando como Comité y la
de la Oficina Congregacional de JPIC, pues juntas(os) estamos ayudando a la
Congregación no ser cómplices por la indiferencia y la injusticia, sino que nos comprometa a hacer
todo lo que podemos para ayudar a quienes están sufriendo y prevenir más
injusticia. Si nos quedamos quietas(os)
y no tomamos acción, estamos en realidad apoyando a que la injusticia siga. Entonces es nuestro trabajo hablar, tomar
acción, y compartir lo que está pasando en el mundo.
El día de San
Francisco de Asis, quien tenía una corazón abierta a los leprosos, lobos, y los
musulmanes, mientras que otros los odiaba o excluía, el Comité Internacional
JPIC visitó el “Museo de Memoria y Tolerancia” en la Ciudad de Mexico, al
frente del monumento a Bentio Juarez. Cuando se abrió el museo en el 2010, un
artículo explicó, “el museo de 7,000 metros cuadrados, que tomo una década a
construir, es el sueño de Sharon Zaga, quien tuvo una abuela que huyo a Mexico
de Czechoslovakia durante el Segundo Guerra Mundial y quien tuvo un bis-tía
quien sobrevivió Auschwitz. A la edad de
15 años, ella declaró durante un día de carreras en la escuela que iba a
construir un museo dedicado al Holocausto y empezó a seguir su sueño en sus 20
años, tomando cursos en la universidad sobre genocidio y formando relaciones
con unos 250 sobrevivientes del Holocausto en México y sus descendientes. En el 1999, formó una organización sin fin de
lucros – Memoria y Tolerancia – que empezó a recibir donaciones y materiales
para el museo, la mayoría que viene directamente de personas individuales,
muchos de ellos son Judíos.
Los visitantes
empiezan en el nivel arriba frente de una pared de vidrio que revela una vista hermosa del Palacio de Bellas
Artes, el Secretarariado de Relaciones Exteriores y la Plaza Juarez. Se mueve desde este lugar brillante a galerías
de oscuridad que muestran tiempos oscuros de la humanidad. Una pared tiene “ventanas” con fotos de
cientos de Judíos matados, entre ellos, Anne Frank. Fotos, palabras, películas, y objetos cuentan
la historia del Holocausto de los Nazis y otras actos horribles en Armenia,
Yugoslavia, Rwanda, Guatemala, Cambodia, y Darfur.
La hermana Mary Kay
McKenzie dijo tristemente que “la cantidad de muertos mostrados en la
exhibición de Memoria, los genocidios del último siglo, es abrumador. ¿Cómo puede existir tanto odio causado por la
religión, o nacionalidad, cuando hay tanto que es igual en cada ser humano? ¿porque
las diferencias crean tanto miedo? Este
me hace reflexionar en que hay muchas maneras para matar, y yo no siempre soy
inocente. Es posible matar el espíritu
de una persona en la manera que la trato; también es posible para aumentar el
espíritu de una persona depende como la trato.
¿Cual voy a escoger?”
Y es que cada
sección del museo presentó preguntas de qué se podría haber hecho. Los Nazis construyeron prejuicios en teorías
de inferioridad de razas, contando algunas personas como “menos humano.” En Kosovo en 1999, los Cristianos Serbios
mataron por lo menos 6,000 personas, la mayoría musulmanes. México ofreció refugio a algunos de estos
refugiados. Tristemente en Rwanda muchas
personas eran matadas en las iglesias en que buscaron refugio. La sección de Darfur y Sudan pedía que se
haga algo entre la violencia de las pandillas.
Había también una exhibición
conmovedora de la guerra civil de 36 años en Guatemala. 1,500,000 personas eran desplazados en el país
y otro 150,000 huyeron a México. 40,000
personas eran desaparecidos debajo el gobierno represivo. Había 200,000 en total asesinados. En el medio de esta violencia, y después existió
mucha gente religiosa quienes intentaron acompañar a los más vulnerables.
Sor Maria Marquez
Fuentes dijo, “Mi pregunta constante en el museo era ¿cómo llegamos a esto? Mi corazón estaba sufriendo
por tantas experiencias de muerte que la misma humanidad provoca, y no es una
humanidad ajena, en esta humanidad que
es la mía y la de las personas con las que convivo cada día. Me sentí muy
llamada a trabajar por la paz y la reconciliación de esta sociedad donde
estamos, nacía en mi interior el deseo
de pedir perdón, de encontrar esperanza, de poder ser compañía para los
están solos(as), de ser luz para la oscuridad, de ser paz en la guerra. Termino
con una pregunta sin respuesta ¿Cómo le digo a Dios de esto?”
Cuando sales de las
exhibiciones oscuras del museo, se encuentra un Memorial de Niños con 20,000
pequeñas bolitas de vidrio en una cascada en forma de lágrimas que recuerda los
dos millones de niños quienes han sido asesinados en los genocidios. Este memorial es una invitación a la tolerancia,
respecto, y solidaridad entre todas las personas. La memorial esta encubierto con un diseño de
árboles de olivos, en señal de la paz. Agustin Rios Velez dice en su reflexión: “mi
visita al Museo fue una mezcla de diversos sentimientos, dolor, tristeza,
coraje, pero también un fuerte necesidad de pensar en ¿qué hago para que no
vuelva a suceder un genocidio, un crimen de lesa humanidad? Pues actuar para
que no haya indiferencia, discriminación y defender los Derechos Humanos, es mi
respuesta”.
Después los
visitantes entran a cuartos donde se informa sobre lo que se necesita para ser
más tolerantes y respetuosos. Porque los
genocidios empiezan con pequeños prejuicios. ¿Permito yo o contribuyo al prejuicio en mi
vida diaria? Había 19 exhibiciones que
ayudan a las personas reconocer y comprender los prejuicios, estereotipos,
discriminación, odio, y violencia.
Una de las cosas
más importantes para aprender y enseñar es a dialogar. “¿Por qué es tan difícil dialogar?” El dialogo requiere empatía y compasión, nos
hace entrar en la posición y circunstancias del otro. ¿Se puede escuchar en medio de las diferencias
sociales, culturales, y religiosas?
¿Cómo aprendemos a compartir nuestro punto de vista y también escuchar
lo del otro?
La huella es un
símbolo usando en el logo del museo. No
hay ninguna otra persona en el mundo quien tiene la misma huella que yo. La diversidad es una realidad profunda y
hermosa. Nuestra unicidad nos invita a
tener reverencia y respeto para cada ser humano. Había
salas grandes con imágenes de indígenas
en Mexico celebrando su cultura, mapas que
nos ayudó entender las diversas culturas e idiomas que existen en este país
único. La diversidad es una oportunidad
y un desafío. La hermana Katty Huanuco
dijo “caminar por el Museo de la Memoria y Tolerancia tocó mi corazón – cómo y
hasta dónde puede llegar el odio y exclusión hacia otros- es triste que esto aun pasa en el mundo. Mujeres, indígenas, niños, ancianos, sufren
mucho de la indiferencia. Entonces, aun
duele. Pero no puedo dejar de recordar a
los mártires quienes se han comprometidos con su vida. Hay esperanza.”
La hermana Katty
inició la visita al museo como parte de nuestra reunión como Comité
Intermacional y nos invitó a mirar,
“escuchemos y observemos qué hacemos desde nuestro trabajo para responder a
estos clamores. Porque queremos ser una
Congregacion Samaritana, que responda. No podemos ignorar las necesidades.”
Una sala ofreció
ejemplos de cómo la tecnología y los medios de comunicación pueden facilitar el
odio y violencia. Por ello, esto puede
cambiar. El museo tiene una campaña por redes sociales para
promocionar la tolerancia. También las
ideas de la “Declaración Universal de Derechos Humanos” están exhibido en una
sala. Otra parte del museo tiene un
lugar para niños con materiales y actividades para aprender que cada persona
puede ser un amigo o amiga. Nuestras
diferencias nos hace más rico como sociedad y la cooperación es mejor que la
competitividad. Matar no es
admirable.
La tienda del museo
tenía sabiduría para comprar y llevar a casa como por ejemplo un afiche con un
niño jugando ser soldado con un arma,
que indicaba claramente “la guerra no es un juego de niños.” Porque los juguetes de armas y otras juguetes
de guerra puede hacer pensar que la
guerra y matar otras personas es divertido.
Prevenir el
genocidio empieza con transformar la violencia dentro de nuestras mismas(os), y
con amor y coraje invitar a los demás a dejar sus armas. “El odio nunca puede expulsar el odio, solo
el amor puede hacerlo” dijo Martin Luther King Jr., quien tiene su rostro (estatua)
en la entrada al museo. “Sé el cambio
que quieres ver en el mundo” dijo Mahatma Gandhi quien también tiene su estatua
allí. Otra escultura es el de la Madre Teresa de Calcuta que dice “No esperes
para ser un líder, hazlo, persona a persona.”
Finalmente, Nelson Mandela nos interpela porque perdonó a las personas quienes lo habían encarcelado por
27 años, liberandose a sí mismo para trabajar por una sociedad unida.
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