¿Dónde está tu hermano(a)?
Reflexión teológica-social
Cuando pensamos en la situación de los derechos humanos en todo el mundo, uno de los abusos más flagrantes a la humanidad que viene a nuestra mente es, sin duda, la esclavitud moderna: la trata de personas. Ya que los(as) tratantes engañan a las mujeres, hombres y niñas(os) de todos los rincones del planeta y los someten diariamente a situaciones de explotación. La trata de personas es un delito que lleva a sus víctimas hacia: la explotación sexual, el trabajo forzoso, la servidumbre doméstica, la mendicidad infantil o la extracción de órganos.
‘El Señor dijo: ¿Dónde está tu hermano?’ Gn 4, 9
Según la Organización Internacional del Trabajo, se estima que cada año entre 600,000 y 800,000 hombres, mujeres y menores de edad de todo el mundo son víctimas de la Trata de Personas dentro y fuera de sus países de origen. Estas personas son obligadas a generar riqueza para otros a través de trabajos forzados en diversas actividades como la prostitución, la minería, la industria, el trabajo servil o reclutamiento forzoso militar.
En Perú hay entre 3,000 y 4,000 víctimas de trata de personas por año. Todas llegaron por necesidad, engañadas con falsas promesas de trabajo, pero fueron convertidas en mercancía sexual. Mientras que México4 es el país de América con el mayor número absoluto de personas viviendo en situación de trata de personas. 70 por ciento del total son víctimas de grupos del crimen organizado que operan en el país, quienes secuestran a personas de todas las edades para obligarlas a prostituirse y a realizar trabajos forzados, en varias situaciones están en complicidad con autoridades locales, estatales y federales. Asimismo se estima que alrededor de 15,000 personas son traficados en la frontera de los EEUU cada año.
‘¿Acaso es mi deber vigilar a mi hermano?’ Gn 4, 9
El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, nos llamó a no ser indiferentes ante el clamor de Dios que nos pregunta ‘¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad…? No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos!’ Realmente sí involucra a todas y todos, pensemos en todas las formas en que somos cómplices. Y es que la trata de personas no ocurre en el vacío. Hay muchos factores que contribuyen su incremento y continuidad.
Un factor invisible pero potente es la ‘cosificación (objetivación) de las personas’, que coloca el dinero por encima de las personas. Dejamos de ver al otro/a como un ser humano. Se convierte en un ‘recurso rentable’ para explotar. ¿Conocemos la situación laboral de las grandes empresas a la que le compramos sus productos o servicios? Conocemos la situación laboral de donde viene nuestra comida, café, o te? Si no, pudimos estar apoyando la trata de niños. Por ejemplo, en Zambia, el porcentaje mas grande de labor forzado de niños esta en el área de agricultura (café y te) y minería (metales que se usan en productos/tecnología vendida en otros países).
Aunado a ello está la violencia generalizada hacia las mujeres, su sobresexualización , el fenómeno social de lo ‘machista-patriarcal’ que contribuye en la construcción de hombres y mujeres con estructuras de dominación que tienen que ver con el género; los mitos sociales respecto a las sexualidad masculina y sus demandas; y la ‘normalización’ o tolerancia del delito que demuestra la falta de consistencia moral de la sociedad. ¿Acaso no nos indigna que más del 80% de las víctimas de trata sean mujeres y niñas? Y es que sin clientes, no hay trata.
Otro factor es el sistema capitalista que ha creado drásticas diferencias de riqueza, dejando a muchas familias excluídas y que luchan diaramente por sobrevivir. En la búsqueda de ingresos y oportunidades, estas personas son las más vulnerables en creer en las falsas ofertas de trabajo y las promesas para una vida mejor. No existe ninguna persona en este mundo que conociendo todas las condiciones de explotación diaria que experimentan las personas en situación de trata, aceptaría la propuesta. Pues, precisamente las víctimas buscaban algo diferente para ellas(os) y sus familias.
La trata se extiende porque no se comprende, y no sólo por los ciudadanos de a pie, sino también por las autoridades que no lo logran ejercer -en la práctica- politicas que velen para que nadie esté sometido a la esclavitud ni a la servidumbre y realmente se prohíba la esclavitud en todas sus formas; pues la trata de personas es considerada el tercer negocio ilícito del mundo ya que cada año genera ganancias que van de los 32 mil a los 36 mil millones de dólares.
‘El SEÑOR dijo: ¿Qué has hecho?’ Gn 4, 10
La Escritura nos recuerda que la llamada de Dios exige verdadero compromiso con quienes más sufren y están en vulnerabilidad: ‘traten a los demás con justicia, amor y compasión. No maltraten a nadie, ni hagan daño a los demás; en vez de hacer planes malvados, cuiden de las viudas, de los huérfanos, de los inmigrantes y los pobres’. Incluso si no conocemos sus nombres o rostros. Ellos son también nuestros hermanos y hermanas; son el cuerpo sufriente de Cristo en el mundo. Estamos llamada(os) a fortalecer la solidaridad, a afirmar la dignidad y los derechos de todas las personas; y a denunciar la trata de personas y los sistemas económicos y sociales que lo propician.
Parte de nuestro trabajo para combatir la trata de personas, es exponer la realidad de este crimen de lesa humanidad; colocar este delito invisible de las sombras a la luz. El primer paso es reconocer nuestra propia complicidad. Porque en palabras de una sobreviente de trata el oficio más antiguo no es la prostitución, es mirar al otro lado.
Necesitamos seguir reflexionando sobre esta doliente realidad a la luz del evangelio y tomar medidas. Porque como Jesús, el Verbo Encarnado, nos dice en Mateo: ‘Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de las personas menos importantes de este mundo, a quienes yo considero como hermanos, es como si lo hubieran hecho a mí’. Si, debemos cuidar a nuestros hermanos y hermanas. Sabemos dónde están. Sabemos que están sufriendo. ¿Qué vamos a hacer?
Preguntas para la reflexión:
1) ¿De qué manera podría yo ser cómplice en la creación de un mundo donde existe la trata de personas?
2) ¿Dónde me siento llamada(o) a involucrarme para poner fin a la trata de personas y promover la dignidad humana?
3) ¿Que más quiero o necesito aprender sobre la trata de personas en mi ciudad o país?
Versión para imprimir: http://bit.ly/2ct7s5S
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